dimecres, 20 de febrer del 2013

Cómo hacer una app

Este blog está escrito en mi lengua materna, el catalán, pero hoy voy a hacerlo en castellano, mejor dicho, en cubano. Estuve toda la semana pasada en las clases que, mañana y tarde, impartió el ilustrador cubano Ajubel sobre como hacer el salto de la ilustración al ipad/iphone. Lo primero que hizo fue cerrar bien las ventanas “para que no se me tiren cuando sepan lo que se les viene encima”. Nos reímos por lo exagerado de la afirmación, pero en los días sucesivos todos tuvimos la tentación de tirarnos en algún momento. La generosidad de Ajubel al relatar sus experiencias para poder contar nuestras historias ilustradas con las nuevas tecnologías fue inmensa. Ante la escasez de esta información en internet, su torrente de palabras nos animó a subirnos al caballo del ipad y ser nuestros propios editores, distribuidores y promotores. 



En este cambiante mundo digital que nos toca vivir, con un poco-bastante de empeño se pueden controlar todas las facetas que antes, y no tan antes, hacían las editoriales, los distribuidores, los libreros. Y nosotros nos quedábamos tan contentos con nuestro 2% de las ventas. Hacer el salto al digital no significa que ahora los ilustradores nos quedamos con todo el pastel: apple quiere un trocito, para que pongamos nuestra historia en su flamante applestore, y también los programadores, que nos ayudaran a que, con sólo un dedito del lector, nuestras ilustraciones enfatizen y enriquezcan la experiencia lectora. El problema mayor está en decidir en qué punto ubicamos nuestra historia: ¿será un juego? ¿será un interactivo? ¿será una animación? ¿será un cuento? Tranquilidad: es fácil escoger, porque puede ser todo esto, y más. Pero no se me tiren por la ventana aún. 



Lo importante es tener una historia y saber qué herramientas escoger para favorecer su degustación. Si metes un efecto espectacular en un momento inadequado, puedes conseguir que el lector se desapegue de tu historia. En cambio, si encuentras el recurso adecuado para ampliar una idea subyacente, el placer por la lectura puede ser mayor. Saber un poco de animación ayuda, y también de ilustración, y de cine, por qué no. Pero coger de estos lenguajes tan sólo aquello que ayude a la narración es aún mejor. Se acabaron las páginas: ahora tenemos que hablar de escenas al encontrarnos en un gran decorado teatral que brinda al lector la posibilidad de acercarse y interactuar para favorecer los acontecimientos... y encima, pasarlo bien. 

La gran labor que nos queda a los ilustradores es volcar nuestros conocimientos en la narración de imágenes para crear nuevos códigos con los que guiar al lector por un viaje nuevo, en el que los dos nos lo podemos pasar pipa porque nadie ha estado por aquí antes. Los únicos límites son la creatividad de uno y la curiosidad del otro. Hay que exprimirse los sesos para saber cómo contar las historias en un mundo que está por hacer. ¿Contribuímos a él con nuestro savoir faire o esperamos que lo haga otro?

El grupo, exprimiéndose los sesos. Y la famosa ventana.


¡Rápido! ¡Aún hay tiempo para apuntarse al próximo curso de Ajubel en Madrid!